Sam Levinson se saca de la manga una de las series más aclamadas del año. Escrita, dirigida y producida por Levinson, Euphoria ha llegado para romper todo y mandar el mundo al carajo.
La segunda temporada terminó y las redes sociales estallaron. Igual de divida que cualquier dualismo ideológico, los fans se debaten entre amarla u odiarla. Los que idolatran su estética visual son refutados por quienes prefieren el guion. Incluso los nostálgicos, que la vieron fieles desde la primera temporada, alegan hoy que el punto inicial de la serie se ha perdido y que ahora navega entre simples destellos visuales. Pero, ¿por qué se presenta esta dualidad?
Críticos de arte
Hay algo que sin duda no se puede negar. Visualmente, Euphoria es toda una maravilla. Desde el lavado de color, hasta el orden de las secuencias. Sin olvidar que, en producción, su vestuario y maquillaje logran una desenvoltura tan natural que olvidamos que los personajes están tras una pantalla.
La agudeza de Marcell Rév como director de fotografía, además del trabajo de Drew Daniels y Adam Newport-Berra, nos regalan bellas obras de artes. Fotgramas que parecen sacados de pinturas impresionistas pasadas al video y vistas en HD. Astucia enternecedora que nos genera emotividad con los rostros que se ven en cuadro, como Cassey (Sydney Sweeney) apareciendo como extraída de una escena de Mother de Arnofky o Lexi (Maude Apatow) y su vestimenta de una Virginia Wolf adolescente.
Este trabajo en fotografía es una invitación a detener cualquier episodio y decir, yo conozco esa imagen, como sucede con la pintura de René Magritte, Los amantes, la cual Rue (Zendaya) y Jules (Hunter Schafer) escenifican a la perfección. Arte fácil que y los espectadores conocemos, lo amamos. Claro es de las pinturas más buscadas en internet. Ahora somos críticos de arte, explota Twitter e Instagram.
La edición un caos asombroso
Por lo menos tres discursos suceden a lo largo de la serie y se fortalecen en la segunda temporada. Nos recuerda una muñeca Matroska, la historia dentro de la historia, que nos hace perder gratamente enttre cada secuencia y empezar a amar todas las escenas como obras independientes. La labor hecha por el editor Julio Perez IV que trae calcos de sus anteriores películas (It follows, Under the silver lake) persigue una recursividad vertiginosa propia del mundo actual, igual que la constante pelea en redes sociales. Esta rapidez visual la describía el teoríco de la cultura, Mark Fisher, como el consumo en el realismo capitalista convertido en una suerte de instantáneas precocez que vienen en destellos complacientes. Algo así como dosis de dopamina recurrentes que nos hacen olvidar la decadencia de todo y Euphoria está llena de ello. Igual que la mórfina que Rue recibe de su captora. La espiral decadente de imágenes que se suceden nos impregnan las retinas solo para hacernos caer en una cama de plumas.
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Más allá de la serie
Una serie o película puede ser perfecta, pero gracias a nuestro celular y al ciberespacio (compumundohipermegared) se debe tener en cuenta lo que dice la gente, lo que se sabe de los sets de grabación y por supuesto del chisme.
Euphoria tiene un guion que apuesta por la exclusividad discursiva. Desde la producción, apuntando con directoras como Pippa Bianco, Augustine Frizzell o Jennifer Morrison hasta la percepción del cuerpo, la orientación sexual y la desacralización del motor heteronomartivo de las eternas series dramáticas. Sin embargo, estos mismos logros son los que ponen en tela de juicio sus alcances. ¿Tiene todo esto para parecer inclusivo? Incluso hubo declaraciones de actrices como Sydney Sweeney acusando de fortuitos algunos desnudos, banalidad que más allá de la deconstrucción de la sexualidad adolscente, parece un intento de captar espectadores.
Euphoria es un producto audiovisual que quiere abarcarlo todo y ser complaciente con todos. Algo que se le reprocha y se le ama. Rue no debió irse, pero Jules no debió hacer eso, se lee por ahí en un tweet cualquiera. El debate se abre sobre el público al que se dirige la serie, por las representaciones, pero, no parece haber unanimidad en ello, Centennials y Millennials se debaten por la mejor manera de apreciar Euphoria o sobre los personajes que valen la pena apoyar. Hay hurras por el team Fezco (Angus Cloud), quien parece ser el objeto de deseo de todos y no Nate (Jacob Elordi), el playboy desquiciado. Todos los espectadores quieren tener la razón con el personaje de mayor empatía. En esto el team Cassey parece hundirse como su cordura. ¿Amamos u odiamos a Cassey?
La música el insight perfecto
La música realizada por Labrinth y Gustave Rudman parece sacada de nuestra propia lista de Spotify o Youtube. No solo la música original, sino también el soundtrack. Toda es tan perfecta para cada momento que asusta. Como cuando descubres que la pauta que te sale en Instagram es sobre un producto del que hablaste con tus amigos. Esto pasa con la música en Euphoria, las escenas tienen un ritmo intrépido que te sumerge de oidos para dentro. Ver a Rue bailando Call Me Irresponsible de Sinatra, totalmente drogada, parece un extracto de la playlist de cualquier treintañero un sábado en la tarde.
Conclusiones ligeras: perdonarán
En una conclusión rápida de este breve análisis, Euphoria lo tiene todo, es un radio conectado a un megáfono. Su sonido y recepción se amplifica, lo tiene todo, una mezcla de colores y actuaciones que solo dejan sensaciones brillantes, pero esto es lo que da miedo. Está tan bien hecha que la única manera de reprocharle es hilar bajo estas.
Nos dice más sobre la manera en que estamos consumiendo hoy en día todos los productos, que de la misma elocuencia de Sam Levinson. Amamos las emociones fuertes seguidas de complacientes baladas de amor. Dramas erráticos que empañan los lentes, yuxtapuestos por escenas sexuales. Secuencias que terminan en capítulos posteriores y parecieran estar inacabadas, pero por el contrario están dipuestas para el olvido.
La perfección de Euphoria aterroriza por lo acertado de las lecturas de consumo en las redes sociales, música, arte y películas, todas puesta al servicio de la narración, para hacernos sentir más agudos o brillantes. Fisher tenía razón sobre las nuevas subjetividades del capitalismo tardío, nos sumergimos en los contenidos, bajo eso que él llamó hedonía depresiva. Dice Fisher en Realismo Capitalista (2016) “la depresión se caracteriza por la anhedonia, mientras que el cuadro al que me refiero no se constituye tanto por la incapacidad para sentir placer como por la incapacidad para hacer cualquier cosa que no sea buscar placer”. Euphoria es la búsqueda constante del espectador de perseguir el placer y tiene éxito en ello
Se disfruta tanto que los debates nunca recaen en su mala confección, el odio y el amor se dan sobre los personajes y sus filias. Odiamos y amamos por parecernos tan cercanos. Claro está, son hechos a nuestra imagen y semejanza.
FISHER, mark. REALISMO CAPITALISTA ¿NO HAY ALTERNATIVA?. Editorial Caja Negra. Argentina. 2016
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